El 20º aniversario de este crimen contra la humanidad es también momento para reflexionar sobre la respuesta de Estados Unidos, así como sobre el legado de derechos humanos de esta respuesta.
Veinte años después del 11 de septiembre de 2001, los recuerdos de ese ataque nos siguen persiguiendo y el impacto humano se mantiene muy presente. Además de las casi 3.000 personas asesinadas aquel día, miles de trabajadores y trabajadoras de emergencias y supervivientes continúan sufriendo los efectos sobre la salud física y mental a largo plazo de los ataques.
A los líderes de Estados Unidos les resulta muy fácil llenarse la boca hablando de derechos humanos. En una rueda de prensa en la Casa Blanca cuatro meses después de los ataques, el presidente George W. Bush proclamó que los EEUU eran "uno de los grandes bastiones de los derechos humanos, y una semana después dijo que "siempre sería el líder mundial en derecho de los apoyos humanos". Esta última declaración era parte de su condena del historial de derechos humanos en Cuba, a dónde, en cuestión de meses y bajo su autoridad, el ejército de EEUU transportó a detenidos a detención indefinida, aprovechándose de que la base naval estaba en suelo cubano para mantener su tratamiento lejos del escrutinio judicial.
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